Brota
de mí un impulso, incontenible, de echarme al ruedo
No
importa (bueno, sólo un poco), que mañana me sienta ridícula.
Tengo un miedo irracional a que con cada minuto, dejes de
quererme,
Que
con cada segundo me olvides,
Que
cuando te busque, la ocupación inadvertida de los días haya borrado
tu deseo.
Tengo
que confesarte que te rechazo porque tengo miedo,
Porque
sos demasiado bueno,
Y
no sé qué podría yo devolverte.
Y
me da miedo, que no sé qué me has visto, me da miedo no poseer eso.
Me
da miedo ser un espejismo.
Que
perdamos el tiempo.
Pero
esta noche he escuchado tantos poemas,
He
pensado tanto en la muerte,
En
el suicidio que significa resignarse y andar sobre seguro,
Que
he decidido que lo más prudente, es no quedarme en [silencio,
Abandonar
el camino sensato y confesarte
Que
te quiero, no en el sentido de tenerte aprecio,
Sino
de querer poseerte por un rato, en una charla,
En
una mirada, en la promesa tácita de un nuevo encuentro.
Y
si acaso me equivoco escribiéndote esto,
Si
malinterpreté tus pasos coincidiendo con los míos bajo algún
pretexto,
Perdoname,
pero no me arrepiento
Porque
ya te he dicho que esta noche pienso demasiado en la muerte
Y
aunque haga el ridículo, me permitiré vivir un poco a través de la
locura que es
Actuar
sin medir las consecuencias,
Sólo
por eso me confieso.
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