Suspiro
e intento recordar cómo era sentirse completa antes de que vos
llegaras, antes de encontrar lo que no estaba buscando. Y siquiera te
encontré, así sea por un rato. Finalmente, no es lo que estaba
buscando, pero sí lo que necesitaba. Digamos que sin vos saberlo me
diste una mano para salir del infierno. Ahora voy por ahí sin saber
cómo llegar al cielo, pero por lo menos recordé que existe y que
puedo llegar, con vos o sin vos, en otros brazos, o mejor aún, con
mis propios pies, a caminar entre nubes.
Salir
del infierno tiene su precio. Digamos que no está tan mal allá en
cuanto a la temperatura. Ahora ando por ahí sola, sintiendo el
viento contra mis brazos y cuesta un poco acostumbrarse. Pero bueno,
qué importa, ahora me siento mucho más tranquila y no anhelo la
llamarada pasional para sentir que siento.
Ando
con un hueco en no-se-qué-parte. De esos huecos que uno no sabe muy
bien cómo llenar ni mucho menos con cuánto. Pero son esos los que
me gustan... como que uno se siente vivo sabiendo que tiene perdida
una parte, asumiendo el reto de buscar dónde, con la esperanza de
que existe.
En
definitiva, de alguna manera me hiciste verme a mí misma de frente,
aunque soy ambliope y por tanto no me veré nunca del todo. Supongo
que también se debe a que estoy hecha en parches, como un
rompecabezas. La ventaja es que soy autoarmable, sin que eso quiera decir
autosuficiente.
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