Foto: Iglesia de Altamira,corregimiento perteneciente a Betulia - Antioquia
Mi
cabeza y los conflictos de la muerte, el dolor, la vida, el sentido
de la vida, la razón de la vida, que no son lo mismo. Querer vivir
si saber para qué se quiere la vida ni mucho menos qué hacer con
ella. Querer que la vida no esté amenzada, cuando aún bajo amenaza
se deja escapar la vida porque no se vive sino que se sobrevive. Y
luego la enfermedad es el malhechor y el médico el culpable por no
proteger la vida, vida que en esos momentos se entrega a sus manos,
como si aquel cuerpo humano que está enfermo no fuera responsable de
sí mismo sino víctima de todas las acciones de sí mismo, sólo
dueño de su "santidad", engrandecida por aquella posición
vulnerable en la que se victimiza de todo, aún de sus propias
perversiones a través de un arrepentimiento que sólo dura mientras
está enfermo.Así pues, no es tan malhechor el deterioro, ni tan
heróico el médico, ni tan víctima el paciente, ni el objetivo
indudable es no morir. Y yo de qué me muero, o por qué cosas vivo,
y qué hago con mi vida y para qué la quiero, y me respondo que la
quiero para actuar en favor de lo que es bueno, pero por qué y para
qué se vive? Estupideces, de todos modos, me gusta estar viva, y
nadie ha muerto en estos días, pero el frenesí de la enfermedad y
el terror son epidemia.
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