Lo
que pasa es que no tengo con quién hablar, en el sentido literal de
la palabra. Así que para no enloquecer, escribo. Para poder
concretar mis ideas, para entenderme a mí misma, para... escucharme,
escribo.
Yo
creo que soy una de esas personas que nacieron para estar solas. Y no
lo digo por despecho, por la infantil actitud de retar al Destino a
ver si Dios o el Destino se dignan a llevarnos la contraria. Lo digo
porque en serio nunca he sido capaz de mantener el cariño de
nadie. Es como una explosión volcánica de entusiasmo que luego se
calma. Entonces todo vuelve a empezar: una nueva búsqueda, una nueva
explosión, un nuevo silencio. Una nueva reflexión sobre mí misma,
y vamos de nuevo. Mis relaciones interpersonales discurren de la
misma manera que una concha de caracol: dando vueltas sobre sí
mismas.
Es
lindo eso de estar solo. Bueno, no es lindo estar solo. Lo lindo es
volver a estar solo. Saborearse de nuevo el placer de la
nostalgia, el de la libertad, el de los arranques de euforia para
empezar nuevos proyectos iluminados por los sueños de un futuro
mejor. Cundo uno se demora en lograr esos proyectos o cuando los
alcanza pero también así llega la monotonía es que uno se lanza al
abismo nuevamente, buscando unos brazos y un pecho al que aferrarse.
Resuelto
el desasosiego, en la dulce quietud de las cadenas, en el sopor
insoportable de la dependencia o del apego inseguro (según dicen los
psicólogos), abandono o me abandonan y "tres" es el número
cabalístico, el punto de decadencia.
Bien.
"Uno, dos, tres". C'est fini. Ahora voy por el "Cuatro".
No hay más soledad quela del alma que nunca ha amado, sin embargo no se puede entender la soledad después del amor marchito sobre el cual con nostalgia se medita, y podemos comprender cuan colorida es el alma viajera de soledad en soledad...
ResponderEliminar