viernes, 30 de septiembre de 2011

sábado, 24 de septiembre de 2011

Esta puerta en blanco


Esta puerta en blanco me recuerda el futuro: es la nada;
Esta puerta guarda el sol tras de sí,
Esta puerta es una puerta y no más.
Esta puerta está en blanco, esperando ser pintada a brochazos. 
Esta puerta está atravesada en medio de la plataforma del tren,
¿Es tiempo de bajarse del vagón para abrirla?,
 ¿Nos bajamos por casualidad?¿por destino?. 
Nadie coge el tren para llegar a una estación que tenga como destino una puerta. Y sin embargo, está allí, en el camino de todo el mundo, como si fuera lo más natural.
Pero nadie repara en la puerta,
Nadie abre la puerta,
Esta puerta en blanco observa la prisa de los que pasan por el frente.
No espera abierta. No.
Allí está, casi inexistente, incitándome a flotar hasta su perilla, dar un paso y caer en el vacío, porque no hay suelo al otro lado; a caer en la nada, o en el todo, o a volar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Sobre la intromisión

Las penosas introducciones a las obras maestras, disuasorias, áridas, sublimes o desvergonzadas. ¡Ah! ¿Por qué sentiremos curiosidad? ¿Por qué habrá tenido que nacer y morir el autor? ¿No basta con que lleve un nombre, no le pesa éste ya bastante? Pero la gente desconoce la compasión. Tiene que guisarse a su escritor, sazonarlo y comérselo.


Elias Canetti. El suplicio de las moscas. Editorial Josmar.


Soy de las personas a las que no le gusta saber mucho de los autores, al menos antes de leer una obra. Esto para no sesgarme, para intepretar cada frase como una reflexión trascendental sobre la vida en general y no como un juicio a conveniencia según lo vivido, un "respirar por la herida".

Sin embargo, debo reconocer que a veces sazonar al escritor está bien, pero luego de haber saboreado su obra.

Un punto de vista muy personal, claro.