martes, 7 de mayo de 2013

Monólogos y soledades

Escribimos para tener con quien hablar. Para hablar... Yo escribo.

Lo que pasa es que no tengo con quién hablar, en el sentido literal de la palabra. Así que para no enloquecer, escribo. Para poder concretar mis ideas, para entenderme a mí misma, para... escucharme, escribo.

Yo creo que soy una de esas personas que nacieron para estar solas. Y no lo digo por despecho, por la infantil actitud de retar al Destino a ver si Dios o el Destino se dignan a llevarnos la contraria. Lo digo porque en serio nunca he sido capaz de mantener el cariño de nadie. Es como una explosión volcánica de entusiasmo que luego se calma. Entonces todo vuelve a empezar: una nueva búsqueda, una nueva explosión, un nuevo silencio. Una nueva reflexión sobre mí misma, y vamos de nuevo. Mis relaciones interpersonales discurren de la misma manera que una concha de caracol: dando vueltas sobre sí mismas.

Es lindo eso de estar solo. Bueno, no es lindo estar solo. Lo lindo es volver a estar solo. Saborearse de nuevo el placer de la nostalgia, el de la libertad, el de los arranques de euforia para empezar nuevos proyectos iluminados por los sueños de un futuro mejor. Cundo uno se demora en lograr esos proyectos o cuando los alcanza pero también así llega la monotonía es que uno se lanza al abismo nuevamente, buscando unos brazos y un pecho al que aferrarse.

Resuelto el desasosiego, en la dulce quietud de las cadenas, en el sopor insoportable de la dependencia o del apego inseguro (según dicen los psicólogos), abandono o me abandonan y "tres" es el número cabalístico, el punto de decadencia.

Bien. "Uno, dos, tres". C'est fini. Ahora voy por el "Cuatro".

1 comentario:

  1. No hay más soledad quela del alma que nunca ha amado, sin embargo no se puede entender la soledad después del amor marchito sobre el cual con nostalgia se medita, y podemos comprender cuan colorida es el alma viajera de soledad en soledad...

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