viernes, 16 de agosto de 2013

Humo

En una tarde de nostalgia, deliciosa, fría y silenciosa, me siento en el balcón  con los pies apoyados sobre el banco, la chaqueta abierta. Un sabor se disuelve en mi boca y me tranquiliza, los dos dedos en la mano izquierda delatan con su olor y su color mi pecado, manchados de sostenerlo. Mis labios se aprietan mientras lo saboreo y me hace respirar con aire extasiado. En los oídos el saxofón de Sonny Rollins, el piano y el golpeteo de la batería que me hacen imaginar una época de glamour desordenado y humeante, de risas embriagadoras, labios rojos, abrigos, tacones, voces femeninas graves -como la mía- y una elegante irreverencia.

Vuelvo a observar mis dedos manchados, a ser consciente de mis labios, que no se aprietan, la ausencia del humo; lo único que sigue bien es que estoy malditamente feliz sentada en este balcón, con la chaqueta abierta, los pies contra el banco, la trompeta en los oídos y mi pecado...no... mi pecado no es un cigarro, es la ilusión por la que tergiversé la pasta de algunos mazapanes y clavos de canela... Yo no fumo, aunque hoy, ¡demonios, cómo quisiera!

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