viernes, 31 de agosto de 2012

Junto a la ventana

No me gusta la música de fondo de los poemas. No me gusta que me empujen a lo que quieren que sienta, en vez de lo que yo siento. Ahora me acuerdo de mi puesto junto a la ventana, con el cristal transparente, en un rincón más bien oscuro, la lluvia chapoteando en los charchos de afuera, el vidrio frío, el sweter de lana reconfortando mi cuerpo y mi alma, como un refugio. Los pensamientos atrapados entre las gotas que resbalan y el libro de Español sobre el pupitre. La soledad felíz de mi cabeza, aguardando la también felíz tarea de escapar adolorida por los bordes y renglones del cuaderno, en complicidad con los personajes creados, que eran yo misma y eran otros al tiempo, personajes que me parecía que existían en el profesor y compañeros de clase, y que se sentaban conmigo, entre la pared y mi silla, al lado de la ventana, y juntos nos jurábamos lo espléndido que seguiría siendo el futuro, que ahora es presente y se extiende a proyectos. Y no es que sea infelíz ahora, pero me hacen falta esas conversaciones mágicas conmigo misma siendo otros, proclamando verdades universales que creía que poseía, que me erizaban la piel bajo el saco de lana, que me daba calor junto a aquel cristal frío.

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